Reseña Película: Lucy (2014)

lucy

Título original: Lucy
Año: 2014
Duración: 89 min.
País: Francia
Dirección: Luc Besson
Con: Scarlett Johansson, Amr Waked, Choi Min-sik, Morgan Freeman
Grado: C+
Reseña: Hugo C

La persona promedio utiliza el 10% de su capacidad cerebral.
Imagina lo que ella podría hacer con el 100%.
(Del afiche publicitario de la película.)

Lucy (2014) es una de esas películas seudocientíficas –o sea, que parecen científicas pero no lo son– que se basan en una premisa que es completamente falsa y la llevan un paso más adelante. "¿Sabías que si te tomás tres vasos de Coca-Cola en ayunas mientras sujetás una foto de Einstein sacando la lengua durante tres días, te vas a volver más inteligente? Sí, sí, en serio, lo leí en Internet…"

Esta falacia inicial no quita que la película sea disfrutable, pero sí o sí requiere que uno deje no el 10 sino el 100% de su cerebro en el guardarropa. Esto se llama suspensión del juicio y es esencial para ver joyas de la cinematografía universal como The Core (2002), The Day After Tomorrow (2003), Armageddon (1996) o la película que hoy nos convoca.

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En el caso de Lucy, el núcleo que sustenta el argumento de la película es el llamado "mito del 10 por ciento": "¿Sabías que la persona promedio sólo utiliza el 10 por ciento de su capacidad cerebral? Bueno, ¿qué pasaría si hacemos una película en la que una chica medio estúpida se toma un jarabe que hace que se le active la sesera al 100 por cien?"

Como Bradley Cooper en Limitless (2011), pero a lo bestia. Y en este caso, con SPOILERS.

Lucy es una señora algo tonta a la que su novio convence para que entregue un maletín a un señor oriental de dudosa moralidad. El señor oriental la amenaza y la pobre Lucy termina, al igual que otros tres desgraciados, haciendo de mula y llevando un cargamento de drogas cosido dentro de su panza. Pero, por esas vueltas que da la vida en las malas películas, la bolsita de las drogas se rompe y el jarabe azul se mezcla con la sangre de Lucy y la tipa comienza a pensar con el 20% de su cerebrito, y conforme avanza la cinta, con el 30, el 40, el 50… y ya se imaginan el resto.

Lucy se convierte en Tu Sam.

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Con el poder de su mente hace que sus heridas cicatricen instantáneamente, cambia el color de su pelo, escucha conversaciones telefónicas sin usar un teléfono y va perfeccionando su imitación de Leonard Nimoy haciendo del Sr. Spock mientras además se las ingenia para conseguir los otros tres frascos de jarabe y atraer las iras del narcotraficante coreano, lo que afortunadamente lleva a una o dos secuencias de acción. Digo "afortunadamente" ya que de lo contrario hubiésemos tenido que conformarnos con 90 minutos de Scarlett Johansson pintándose las uñas de los pies con sus poderes mentales.

De todos modos, no esperen los artificios de Ronin (1998), The Transporter (2002) u otros opúsculos de Luc Besson. Cada vez que las cosas parecen ponerse interesantes y uno se reacomoda en la butaca para disfrutar de una buena persecución o pelea, Lucy saca de la nada algún poder mental que resuelve la situación en segundos, algo así como cuando Neo frena las balas al final de The Matrix (1999), pero más insípido.

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Porque ahí está el problema de la película. Conforme pasan los minutos, la protagonista va subiendo de nivel y adquiriendo nuevos poderes y habilidades. Cada tanto aparece un cartelito que muestra el porcentaje de cerebro que usa Lucy, y si bien al principio la tipa daba uno que otro castañazo, cuando llega al 30% las cosas se ponen un poquito aburridas. Si se le acerca un coreano con la intención de patearle el páncreas, Lucy se limita a mirarlo y provocarle un patatús, o a hacer que se patee a sí mismo. La persecución en auto tiene menos gracia que una papa hervida, y así.

Lo que paradójicamente no quiere decir que no sea una película entretenida, pero no esperen que el entretenimiento necesariamente pase por la acción, sino por los extremos a los que va llegando la transformación de Lucy de pazguata descerebrada a diosa digital y que prueban los límites de nuestra credulidad. También aparece Morgan Freeman, haciendo de científico y recitando jerga pseudocientífica con esa estupenda voz que Dios le dio.

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La trama se va haciendo más descabellada conforme pasan los minutos, hasta llegar a un final lisérgico que te deja sin palabras, estupefacto… lo que no es necesariamente algo bueno. Hay varias cositas más, detalles del argumento que no menciono para no arruinarle la película a quien no la haya visto, pero eso sí, aquellos que acostumbran golpearse la frente con la palma de la mano no debieran verla solos, ya que arriesgan la internación de urgencia por hundimiento de cráneo.

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